En una de las calles que besa Santa Ana y el Casco Antiguo, huele a pólvora tropical. Al cruzar el umbral de Teatro Amador, la quietud de la urbe se desvanece como el humo de los cigarrillos afuera. Adentro, en el fondo del escenario, tres pantallas y un arsenal de luces le hablan un lenguaje psicodélico al público. El mar de gente empieza a agitarse. Sobre la tarima, dos sintetizadores ya balbucean una atmósfera cargada de electrónica, el galope necio de la batería presagia un baile de tintes cálidos.
Son cerca de las once de la noche, pero Bomba Estéreo parece hablarnos del alba. ‘Sólo tú', de su nuevo álbum Amanecer , despierta la excitación de la audiencia. ¡Arriba!, arengan las cuerdas vocales de Li Saumet. Así detona el viaje por los rincones de una propuesta musical que ha llegado a escenarios de Europa, África y Asia, además del Istmo, además de su originaria Bogotá, donde hacen sudar los recintos.
Décadas antes de esta noche, Rubén Blades le cantaba en la capital colombiana a un padre y su hijo a través de las bocinas del auto. ‘Quizás por la mezcla esa que tiene la canción (‘Plástico')... Ahí supe que la música era algo que me pegaba', me diría Simón Mejía, el líder de Bomba, la noche anterior en el hotel Tántalo. Hacía memoria sobre su primer recuerdo con la música, y hoy marca la pauta de las canciones pisando las cuerdas del bajo, notas largas, ambientes sonoros que se oyen como pistas de baile.
El espacio para la danza es reducido, no cabe un alma más, pero ni siquiera nuestros pasos a empujones para seguir documentando la euforia amenazan el ajetreo de los cuerpos. ‘A diferencia de los 80s, 90s e inicios de los 2000, Latinoamérica ya encontró, aparte de la salsa, merengue y la música tropical, una identidad, que es tropical también, pero que no tiene nada que ver con estos géneros que el mundo tradicionalmente conocía como tales, sobre todo la salsa', reflexionaría Simón desde el cuarto donde había recibido a Ego el día previo al concierto. ‘Esto es básicamente champeta', advierte ahora la vocalista.
Una bandera de Colombia ondea en medio de Teatro, es la misma cadencia con la que vibra el público luego de un puñado de canciones. ‘Para todos los que están enamorados, de lo que sea, de una persona, de la vida... Esta canción habla de que ‘Somos dos”. Los gritos y los aplausos confluyen cuando el riff de una guitarra empieza a bailar con un beat de reggae. ‘Tus ojos me están llenando solo con verlos', delinea la letra cantada por Li, y se erige como un animal silvestre, herido y combatiente en dosis idénticas: unos minutos antes, habría confesado al público su complicación de salud, dándole sentido al sofá sobre el escenario, del cual ahora se desprende como si se alzara una nueva identidad en la música latina, aquella que germinó en una escena pequeña hace 10 años, y que hoy resuena filtrándose en el espectro conocido como world music .
‘Luego en los noventas en Latinoamérica vino el rock, Soda Estéreo, Caifanes, Café Tacvba, Aterciopelados, todo ese boom que hubo, ahora sucede con la música latinoamericana que ha encontrado una identidad que está más pegada a las raíces de lo que somos como latinos... el mundo ha visto el potencial de eso y vemos cómo bandas de diferentes partes de Latinoamérica están teniendo una proyección muy importante', dilucidaría Simón entre sorbos de una cerveza local. ‘Que conste que el papelito decía ‘Fuego suave”, dice y ríe Li en el micrófono. El sencillo que desterraría a la banda del anonimato ha sido sin duda el clímax de esta noche. ‘Bailar conmigo', ‘Sintiendo', ‘Pájaros', ‘El alma y el cuerpo', sus éxitos han dialogado con ‘Fiesta', ‘Caderas' o ‘Raíz', temas de su último disco nominado a los Grammy Latinos, que Simón define como uno de amor interno. ‘La coyuntura en que se dio tiene que ver con buscar encaminarnos a hacernos más fuertes por dentro para poder soportar todo lo que pasa en el mundo, y lo que pasa cuando uno está en una banda. Tratar de buscar la luz, es un disco muy luminoso, muy blanco, muy positivo', sugería el miembro fundador con un tono pausado, si fuese un acorde —revelaría después— sería un re menor.
Un par de canciones amortiguarían la consumación del setlist, y la onda expansiva continuaría con un DJ set de los músicos, ya sin la cantante. ‘La música en Colombia le debe la mitad de lo que es a África', ensayaría el líder de la banda de cara al show. ‘Ir a tocar allá fue como devolver todos esos regalos que ellos nos trajeron, y en un empaque moderno, contemporáneo. Apenas empezamos a tocar, la gente se conectó de una porque creo que inconscientemente ellos sienten la similitud y las convergencias culturales que hay entre nuestra música y la música de ellos'.
Quizá una convergencia como la que acaba de suceder en el Istmo, y que, después de casi dos horas de bailoteo espontáneo, la banda colombiana parecía recordarnos aquella faceta caribeña a la que no somos ajenos.
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‘La ausencia del Rey y la despedida de Iglesias marcan el fin de una etapa'
REBECA GRYNSPAN,
CANDIDATA A SECRETARIA GENERAL