La salud pública es factor determinante del desarrollo. La magnitud, cronicidad y trascendencia de los problemas en los servicios de salud pública explican la situación actual, en cuyo trasfondo subyace un modelo desfasado e insostenible, centrado en la enfermedad y cuyos elementos distintivos son los hospitales, la curación, la rehabilitación y el usuario como receptor pasivo de prestaciones. La salud debería ser la más importante de las inversiones públicas, pero el costo social de la politiquería, la incompetencia y la improvisación son muy altos, por lo cual se impone una revisión integral, científica y técnica. El cambio exige un nuevo modelo de atención y de gestión, que partiendo de la sectorización geográfica permita adscribir la población a los médicos de cabecera, quienes, junto a los equipos básicos de salud, de las distintas unidades ejecutoras, deberán definir el perfil epidemiológico de la correspondiente circunscripción y posteriormente, con la participación proactiva de la comunidad organizada, establecer las respectivas prioridades sanitarias. La descentralización es igualmente necesaria para garantizar la disponibilidad de los recursos humanos, físicos y financieros requeridos para garantizar un manejo eficiente. Todos estos elementos son fundamentales para mantener una comunidad sana, que no es lo mismo que curar, rehabilitar enfermos o peor aún, tratar secuelas de enfermedades controlables.
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